¿Alguna vez te has preguntado qué se siente al caminar con los pies descalzos por un lugar diseñado para eso, en medio de una ciudad vibrante? Imagina que tus pies son tus ojos, tu piel es tu mapa y el aire tu guía. Cuando llegues a este rincón especial de Medellín, lo primero que harás será quitarte los zapatos. Sientes el calor del pavimento bajo la planta de tus pies, una invitación a la libertad. Luego, el césped fresco, como una caricia suave que te ancla a la tierra. Pasas por zonas de arena, donde cada grano se mueve y cede bajo tu peso, una sensación de ligereza. Después, te encuentras con un camino de guijarros pulidos, redondos y lisos, cada uno con su propia temperatura, masajeando suavemente tus arcos. Escuchas risas infantiles, el chapoteo de agua, y el murmullo de conversaciones lejanas, todo ello mezclado con el zumbido suave y constante de la ciudad.
Al avanzar, tus pies se sumergen en una poza de agua tibia, casi lodo, que cede con cada paso. El barro, suave y fresco, te envuelve los dedos, una sensación que te conecta directamente con la tierra, liberando cualquier tensión. Sientes cómo el agua limpia tus pies a medida que pasas a la siguiente piscina, esta vez de agua más clara y fresca, invitándote a mover los dedos y sentir la corriente. Es una experiencia de contraste, de lo áspero a lo suave, de lo seco a lo húmedo, todo bajo tus plantas.
Si planeas ir, lleva una toalla pequeña para secarte los pies al final. También es buena idea llevar una bolsa para guardar tus zapatos y calcetines, sobre todo si se mojan un poco. Hay baños cerca donde puedes enjuagarte bien los pies antes de volver a calzarte. Es completamente gratis, así que no te preocupes por la entrada.
De repente, el ambiente cambia. Las risas se suavizan, los sonidos de la ciudad parecen amortiguarse. Tus pies encuentran una alfombra de piedrecillas pulidas, cada una con su propia forma y temperatura, que te guían hacia un espacio de calma. Este es el jardín zen. Te sientas en un banco de madera, sientes su frescura bajo tus manos, y te dejas llevar por el silencio. Apenas oyes el susurro de las hojas o el canto lejano de algún pájaro. El aire es más denso, cargado de una tranquilidad que se siente en el pecho.
El mejor momento para visitarlo es por la mañana temprano, justo después de que abran, o al final de la tarde, cuando el sol no es tan fuerte. Así evitas las multitudes y el calor del mediodía, y la experiencia de las texturas bajo tus pies es mucho más placentera. No hay un tiempo límite, puedes quedarte el tiempo que quieras, pero con una hora o una hora y media es suficiente para sentirlo todo.
Luego, el camino te lleva a una zona donde el aire se siente más fresco, y un aroma terroso y ligeramente dulce te envuelve. Es el bosque de bambú. Aquí, la luz del sol se filtra en finos haces a través de los altos tallos, creando un juego de sombras y claridad en el suelo. Escuchas el crujido hueco de los tallos al moverse con la brisa, casi como campanas de viento naturales, pero más profundas. Tus pies sienten el suelo compacto y fresco, salpicado de hojas secas de bambú que crujen suavemente con cada paso. Es un lugar para respirar hondo y sentir la energía de la naturaleza.
Este parque está justo al lado del Museo Interactivo de EPM y del Edificio Inteligente, así que puedes combinar tu visita y hacer un día completo de exploración. Es fácil llegar en metro, bajándote en la estación Alpujarra. Es una parada obligatoria si quieres sentir Medellín de una manera diferente.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets