¡Hola, amigos viajeros! Hoy no solo les cuento un viaje, les invito a sentirlo conmigo. Nos vamos a un lugar donde la tierra respira, donde el pulso del planeta se hace palpable: el géiser Old Faithful en Yellowstone.
Imagina que estás allí, con los pies sobre la tierra que bulle. No ves el géiser aún, pero lo sientes. Una vibración baja te sube por las plantas de los pies, un eco de la energía que duerme bajo tus botas. El aire es frío, pero notas un calor que se eleva, un aliento tibio y húmedo que te roza la cara. Luego, llega el olor: un toque metálico, casi a huevo cocido, ese inconfundible aroma a azufre que te dice que estás en un lugar vivo, un lugar de puro poder geotérmico. A tu alrededor, escuchas el murmullo de la gente, un coro de anticipación que se mezcla con el suave burbujeo que empieza a emerger de la tierra. Es un sonido sordo al principio, como un gigante despertando de un sueño profundo. Cada segundo, la vibración se hace más fuerte, el burbujeo más intenso. Tu cuerpo se tensa, esperando.
De repente, ese murmullo se convierte en un rugido sordo que nace de las profundidades. Sientes un *push* de aire caliente, una ola de vapor que te envuelve, y luego, el sonido inconfundible del agua. Es un chorro potente, un silbido que se transforma en un estruendo blanco mientras miles de litros de agua hirviendo son lanzados hacia el cielo. Si estás lo suficientemente cerca, la bruma te alcanza, una lluvia fina y tibia que te humedece la cara, los brazos, y te deja el cabello pegajoso. Es una sensación extraña: el calor del vapor en tu piel, la frescura de las gotas, y la fuerza bruta de la erupción que parece hacer vibrar el aire a tu alrededor. Cuando el chorro empieza a ceder, el rugido disminuye a un siseo prolongado, y el vapor se disipa lentamente, dejando un rastro de humedad y un eco de su poder en el aire. Te quedas allí, con el pulso acelerado, la piel húmeda y el asombro grabado en cada célula de tu cuerpo.
Incluso después de que la erupción termina, el aire sigue denso de humedad y el leve olor a azufre. Escuchas el suave burbujeo del agua en el orificio del géiser, un sonido constante que te recuerda que la tierra sigue viva, respirando a su propio ritmo. Caminas por las pasarelas de madera, sintiendo la calidez de la madera bajo tus pies, un contraste agradable con el aire fresco que te rodea. El vapor sigue subiendo en remolinos desde otras pozas cercanas, como si la tierra estuviera exhalando suavemente. Te alejas, pero la sensación de asombro y la energía del lugar se quedan contigo, como una calidez persistente en el pecho y el recuerdo de ese rugido en tus oídos. Es una experiencia que no solo ves, sino que *sientes* en cada fibra de tu ser.
Ahora, si quieres sentir todo esto tú mismo, aquí van unos consejos rápidos para que tu visita sea perfecta. El mejor momento para ir es a primera hora de la mañana o al final de la tarde. Hay menos gente, y la luz del sol al amanecer o atardecer puede crear un efecto mágico con el vapor. Para saber cuándo va a erupcionar, pregunta en el centro de visitantes o descarga la app de Yellowstone; son bastante precisos. Vístete por capas: hace frío por la mañana, pero el sol calienta rápido, y el vapor puede mojarte. Lleva agua. Las pasarelas son accesibles para sillas de ruedas y cochecitos, lo que es genial. Si quieres sentir la bruma, acércate lo más posible a la zona designada. Si prefieres una vista más amplia, busca un punto un poco más elevado.
Y un par de cosas más a tener en cuenta para tu visita. Justo al lado del géiser tienes el Old Faithful Inn, un hotel histórico impresionante donde puedes comer o usar los baños. La zona alrededor de Old Faithful, el Upper Geyser Basin, está llena de otros géiseres y pozas termales increíbles que vale la pena explorar a pie; algunos son incluso más coloridos. Es vital que te quedes siempre en las pasarelas marcadas. El terreno es frágil y el agua está hirviendo, así que por tu seguridad y para proteger este lugar único, no te salgas del camino. El aparcamiento puede ser un desafío en temporada alta, así que llega temprano para asegurar tu sitio.
Olya desde los callejones