¡Hola! Acabo de volver de Barron Gorge National Park en Cairns y tengo que contarte todo. Imagínate que cierras los ojos y sientes cómo el aire, de repente, se vuelve más denso, más húmedo, como si la naturaleza te envolviera en un abrazo gigante. Empiezas a oír un murmullo lejano, un sonido constante que sabes que es agua, pero aún no la ves. Es el aliento de la selva tropical, un olor a tierra mojada y a verde intenso que te llena los pulmones. Sientes la promesa de algo inmenso, algo salvaje, antes siquiera de dar el primer paso.
Para llegar, tienes dos opciones principales: puedes ir en coche hasta los miradores y los puntos de partida de senderos, que es genial si quieres libertad total. Pero, y esto es lo que me sorprendió un montón, la verdadera joya es coger el Skyrail Rainforest Cableway. No es solo un medio de transporte, es una experiencia en sí misma. Flotas sobre la copa de los árboles, y ahí es donde te das cuenta de la escala real del lugar. El silencio es casi total, solo interrumpido por el suave traqueteo del cable y, a veces, el grito de un pájaro. Desde arriba, ves el río Barron serpenteando como una cinta esmeralda, y la inmensidad verde se extiende hasta donde alcanza la vista. Es una perspectiva que no te da el coche y que te deja sin aliento.
Una vez abajo, te adentras en la selva. Caminas por senderos de tierra y madera, y sientes cómo la temperatura baja ligeramente, el sol apenas se filtra entre el dosel. Escuchas el constante zumbido de los insectos, el gorjeo de pájaros que no ves, y el goteo persistente del agua de las hojas. Si extiendes la mano, puedes tocar el musgo suave y húmedo en los troncos, o la corteza rugosa de los árboles gigantes. El aire está cargado con un aroma único, una mezcla de humedad, hojas en descomposición y algo dulce, como flores exóticas invisibles. Es una inmersión completa, donde cada paso te conecta más con la vida que te rodea.
Ahora, algo que no me encantó del todo: en las plataformas principales de observación, especialmente las del Skyrail, puede haber bastante gente. Si buscas la soledad total, te tocará explorar los senderos menos transitados. Y un consejo, llévate mucha agua y ropa ligera. La humedad es brutal, te empapas de sudor en cuestión de minutos, incluso si no haces un gran esfuerzo. También, ojo con los mosquitos, aunque no fueron un problema tan grave como esperaba, siempre es bueno ir preparado. La señal de móvil es casi inexistente en algunas zonas, así que descarga tus mapas o información antes de ir.
A medida que avanzas, el murmullo de antes se convierte en un estruendo. El rugido de la cascada de Barron se vuelve un abrazo sónico, sientes la vibración en el pecho antes de verla. Cuando llegas al mirador, el rocío te envuelve, fresco y vivificante. No es solo que veas el agua caer; es que la sientes, la hueles, casi puedes saborear su pureza. El sonido es tan poderoso que te envuelve, te absorbe. Es una fuerza de la naturaleza cruda, indomable, que te hace sentir pequeño y, a la vez, increíblemente conectado con algo mucho más grande que tú. Es una experiencia visceral.
Mi consejo final: no te quedes solo en los miradores principales. Si tienes tiempo y energía, explora el centro cultural aborigen Djabugay, que está cerca, o busca los senderos que te llevan más adentro en la selva. La verdadera magia de Barron Gorge no está solo en la cascada, sino en la sensación de estar en un ecosistema vivo y ancestral. Lo que más me sorprendió fue la inmensidad de la selva y cómo la fuerza del agua ha esculpido ese paisaje durante milenios. Es un lugar que te recuerda lo poderosa y resistente que es la naturaleza.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya de las calles secundarias