Centennial Park Tours and Tickets

¡Hola, viajeros! Hoy nos vamos a un rincón de Nashville que respira historia y tranquilidad: Centennial Park. No es solo un parque, es un lienzo gigante donde cada paso te cuenta una historia.

Imagina la sensación bajo tus pies al entrar. Aquí no hay adoquines irregulares que te hagan tropezar, ni senderos estrechos que te obliguen a ir en fila india. Lo que sentirás es un pavimento liso y generoso, una superficie tan amplia que tus pasos casi se deslizan. Escuchas el suave roce de las zapatillas de los corredores, el rodar silencioso de patinetes o las ruedas de un cochecito de bebé. Los caminos son como arterias anchas y bien cuidadas que te invitan a explorar, a tomar tu tiempo. No te imponen una dirección estricta; más bien te ofrecen una alfombra abierta, casi una autopista para tus pies, que te rodea el espacio central del parque. Te sientes libre, con espacio para estirar los brazos, incluso para girar sobre ti mismo sin chocar con nada. Es un diseño que te abraza y te guía suavemente, sin prisas, a través de sus extensas áreas verdes.

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros del alma! Hoy quiero llevarte a un lugar especial en Nashville, un oasis verde justo en el corazón de la ciudad: Centennial Park. No te voy a hablar de horarios de apertura o tarifas; te voy a contar cuándo este parque *respira* de una manera que te envuelve, cuándo se siente mejor, y cómo se vive con cada sentido.

Imagina esto: es finales de abril o principios de mayo. O, si no, finales de septiembre. El aire. Sientes esa brisa suave, fresca, que te roza la piel sin ser fría, ni pegajosa. Escucha. Oyes un murmullo lejano de risas, un suave tintineo de campanas de bicicleta, y, si prestas atención, el canto de los pájaros que se mezcla con el rasgueo de una guitarra acústica que alguien toca bajo un árbol. El olor… ¡Ah, el olor! Es una mezcla embriagadora de hierba recién cortada, tierra húmeda después de una lluvia ligera, y, si hay suerte, el dulce perfume de las magnolias en flor o el aroma terroso de las hojas otoñales. Caminas y sientes el sol cálido en tu cara, pero sin ese peso húmedo del verano. La gente que te rodea se mueve con una ligereza similar: familias con niños pequeños que persiguen burbujas, parejas paseando de la mano, estudiantes leyendo en el césped. Hay vida, pero es una vida relajada, sin prisas. No es una multitud abrumadora, sino una comunidad de almas disfrutando de un respiro.

Cuando el clima es así de perfecto, el parque invita a la permanencia. Si vas en un día soleado de primavera u otoño, verás a la gente estirada en mantas de picnic, tirando un frisbee o simplemente contemplando el Partenón. La energía es alta, pero amable. Si, por el contrario, te encuentras con un día nublado y un poco más fresco en estas mismas épocas, el ambiente cambia. La muchedumbre se dispersa un poco, y el parque se vuelve más íntimo. El aire tiene un toque más nítido, y los sonidos son más claros: el chapoteo de los patos en el lago, tus propios pasos sobre el sendero de grava. Es el momento perfecto para una caminata contemplativa, para sentir la textura de la corteza de un árbol o el frío de una fuente de piedra. Evita el verano si no amas el calor pegajoso; la humedad de Nashville puede ser sofocante y el parque se siente más como una sauna. Y en invierno, aunque tiene su encanto sobrio, pierde esa vitalidad vibrante.

Dentro de este lienzo verde, el Partenón es el corazón que late. En el "mejor" momento, acércate y siente la frescura del mármol bajo tus dedos, la monumentalidad de las columnas. Dentro, el eco de tus propios pasos te envuelve, y la estatua dorada de Atenea te hace sentir pequeño, pero conectado a algo antiguo y grandioso. Después, date una vuelta por el lago. Siente la brisa que se forma sobre el agua, y escucha el suave croar de las ranas o el aleteo de los patos. Puedes alquilar un bote de pedales si te apetece, o simplemente sentarte en un banco y dejar que el tiempo se deslice. Hay camiones de comida cerca de la entrada principal, si el hambre aprieta, con opciones rápidas y variadas, perfectas para comer al aire libre. Y sí, el estacionamiento gratuito está disponible, pero llega temprano en los días soleados de fin de semana, o prepárate para dar un par de vueltas.

Un abrazo desde la carretera,

Olya from the backstreets

¡Hola, exploradores de sensaciones! Hoy nos vamos a Nashville, pero no a la locura de Broadway, sino a un oasis verde en el corazón de la ciudad: Centennial Park.

Imagina esto: das un paso y el asfalto desaparece. De repente, tus pies sienten la suavidad de la hierba, aún húmeda por el rocío de la mañana. El aire se llena con el dulce aroma de las flores que se abren, mezclado con el fresco olor a tierra mojada. Escuchas el murmullo de conversaciones lejanas, el suave zumbido de las abejas y, si prestas atención, el rítmico chapoteo de los patos en el estanque. El sol, aún bajo, te calienta la piel con una caricia suave, mientras el canto de los pájaros te envuelve como una melodía de bienvenida. Es un respiro, un abrazo verde en medio del bullicio.

Avanzas unos pasos más y la magnitud de algo colosal empieza a percibirse. El aire se vuelve más fresco, como si una sombra enorme te cubriera. Caminas lentamente, y el suelo bajo tus pies cambia, de la suavidad de la hierba a la firmeza de un camino empedrado. Escuchas el eco de tus propios pasos, y quizás el repiqueteo de las monedas de algún artista callejero. Levantas la mano y sientes la textura fría y áspera de la piedra, una roca milenaria que te susurra historias del pasado. Es el Partenón, imponente, majestuoso. Te acercas y el olor a piedra antigua, a polvo y a grandeza te inunda. Sientes la historia no solo en tus ojos, sino en la vibración del aire, en la brisa que corre entre las columnas, en la pura escala de todo.

Este parque es mucho más que una réplica griega. Mi abuela, que ha vivido en Nashville toda su vida, siempre cuenta que cuando era niña, el Partenón era su "castillo". Decía que no importaba lo que pasara en el mundo, ella siempre podía venir aquí y sentirse segura, como si los dioses griegos la protegieran. Me decía: "Hija, este lugar no es solo bonito. Es donde la gente viene a respirar, a recordar, a soñar. Ha visto generaciones de risas, de picnics familiares, de primeras citas, de promesas bajo sus columnas. Es el corazón verde de Nashville, donde el tiempo parece detenerse un momento para que puedas simplemente *ser*."

Si vas, te sugiero ir temprano por la mañana o al atardecer; el sol tiene un color mágico sobre el Partenón y las temperaturas son perfectas. No te olvides de llevar una botella de agua y tus auriculares si quieres disfrutar de un paseo tranquilo; hay senderos preciosos alrededor del lago. Puedes aparcar gratis en la calle, pero llega con tiempo. Y un consejo de amiga: no compres la comida allí, mejor trae tu propio picnic. Hay mesas, pero sentarse en la hierba, bajo la sombra de un árbol, es la experiencia completa.

¡Hasta la próxima aventura!

Mara en ruta.

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar que te sorprenderá en el corazón de Nashville: el Parque del Centenario. Aquí, cada rincón es una invitación a detenerse y sentir.

Imagina que llegas y, de repente, una estructura colosal se alza frente a ti. Es el Partenón, réplica exacta del original griego. Cierra los ojos un momento y siente el sol en tu piel mientras el calor de la piedra milenaria parece irradiar hacia ti. Abre los ojos y visualiza sus columnas imponentes, tan altas que casi tocan el cielo. Escucha el suave murmullo de la gente a tu alrededor, mezclado con el canto de los pájaros que anidan en los árboles cercanos. Este es el lugar perfecto para capturar la majestuosidad del parque. Para la mejor luz, ven al amanecer, cuando el sol pinta las columnas de un dorado suave y hay menos gente, o al final de la tarde, cuando el cielo se tiñe de naranjas y rosas, dándole un aire dramático a tus fotos.

Ahora, atrévete a cruzar el umbral y entrar en este templo. Cuando tus pies pisen el suelo de mármol, sentirás una frescura inesperada, un alivio del calor exterior. El sonido de tus pasos y las voces se vuelven un eco suave en el vasto espacio. Y entonces, la sientes: la presencia imponente de Atenea. Aunque no la veas, su escala es abrumadora; puedes casi sentir el aire desplazarse a su alrededor. El aroma a piedra antigua y el leve olor a polvo en el aire te transportan a otro tiempo. Es un momento íntimo y poderoso. Aquí, las fotos capturan la inmensidad y el arte. La luz natural que se filtra por las aperturas superiores es ideal en cualquier momento del día, pero a media mañana, cuando el sol está más alto, ilumina mejor los detalles.

Cuando necesites un respiro de la grandiosidad, camina hacia el lago Watauga. Escucha el chapoteo de los patos y gansos, el suave susurro del agua contra la orilla. Siente la brisa fresca que viene del agua, un alivio instantáneo. El aire aquí tiene un olor más puro, a vegetación y humedad. Imagina los reflejos perfectos de los árboles y el cielo en la superficie tranquila del lago. Este es un spot ideal para capturar la serenidad del parque. La mejor hora para fotografiarlo es temprano en la mañana, cuando el agua está más quieta y los reflejos son nítidos, o al atardecer, cuando los colores del cielo se duplican en el agua, creando una paleta de ensueño.

Continúa tu paseo y déjate guiar por el aroma dulce y embriagador que flota en el aire. Has llegado al Jardín Hundido, un oasis de flores y colores vibrantes. Siente la textura suave de los pétalos de rosa si te acercas a olerlos, y escucha el zumbido constante de las abejas trabajando. El ambiente aquí es más íntimo, un abrazo de la naturaleza. Es un lugar perfecto para fotos de primer plano, retratos con un fondo floral espectacular o simplemente para capturar la explosión de vida. La luz de media mañana es fantástica para resaltar los colores sin sombras duras, o a última hora de la tarde, cuando la luz dorada baña las flores con un resplandor cálido y mágico.

Finalmente, permítete simplemente estar en el parque. Siente la hierba fresca bajo tus pies si te quitas los zapatos, o el crujido de las hojas secas en otoño. Escucha las risas de los niños que juegan, el murmullo de las conversaciones de la gente que pasea. El parque vibra con una energía tranquila y feliz. Hay bancos de madera estratégicamente ubicados para que descanses y observes la vida pasar. Si buscas evitar las multitudes, visita el parque un día de semana por la mañana. Si vas en coche, hay varios aparcamientos disponibles, aunque pueden llenarse los fines de semana. Es un lugar para desconectar, para conectar y para llevarte un pedacito de Nashville contigo.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

Acabo de volver de Nashville y tengo que contarte sobre Centennial Park. No es solo un parque, es una experiencia que te envuelve, sobre todo si te dejas llevar. Imagínate esto: das un paso y la vibración de la ciudad se difumina. Lo primero que te golpea es el aire, un aire que a veces huele a hierba recién cortada, a veces a flores en plena floración, y otras, si el viento viene del lago, a esa frescura húmeda y terrosa. Te sientes pequeño al instante. ¿Por qué? Porque lo primero que te encuentras es el Partenón. No lo ves, lo sientes. Sientes la inmensidad de sus columnas, la reverberación de tus propios pasos sobre el pavimento que te lleva hacia él. Si cierras los ojos, podrías tocar la piedra, sentir su textura rugosa pero pulida por el tiempo, y la brisa que se cuela entre sus pilares, casi susurrándote historias antiguas. Es un lugar que te invita a la introspección, pero también a la admiración pura.

Una vez que te alejas del Partenón, el parque se abre. Caminas y sientes el cambio bajo tus pies: de la dureza del cemento a la suavidad del césped. Escuchas el murmullo del agua del lago, no el de una fuente artificial, sino el de un cuerpo de agua natural, con el chapoteo ocasional de un pato o el zumbido de un insecto. Aquí es donde realmente puedes desconectar. Si buscas un poco de paz, te diría que el mejor momento para ir es temprano en la mañana. Te evitas el bullicio de las familias y los grupos, y tienes el parque casi para ti. Hay senderos pavimentados que son ideales si usas silla de ruedas o llevas un cochecito, pero también hay zonas de césped abierto donde puedes simplemente tumbarte y sentir la tierra bajo tu espalda. Lo que no me encantó es que, a veces, ciertas áreas de césped pueden estar un poco descuidadas, nada grave, pero lo notas.

Lo que más me sorprendió fue la cantidad de vida que hay más allá del Partenón. No solo es el monumento. Escuchas risas de niños jugando en el parque infantil, notas el ritmo constante de los corredores en los senderos, y de repente, te llega la melodía de una guitarra acústica de alguien practicando. Es un tapiz de sonidos y sensaciones. Hay un jardín de rosas que, si pasas en el momento adecuado, te inunda con un aroma dulce y embriagador. ¿Un consejo? No te quedes solo en la parte principal. Explora los bordes, los pequeños rincones con bancos bajo la sombra de árboles centenarios. Puedes pasar horas allí. Lo que sí te aviso es que la comida y bebida dentro del parque son limitadas y un poco caras, así que si planeas quedarte un rato, lleva tu propia botella de agua y quizás un snack.

En resumen, Centennial Park es un lugar para sentir, para caminar sin prisa, para escuchar. Es un contraste de lo grandioso (el Partenón) con lo cotidiano (la gente viviendo su día a día). No esperes solo un museo al aire libre; espera un espacio vivo que respira y cambia con cada paso que das. Es un oasis en medio de la ciudad que te recarga, aunque a veces, como te decía, la multitud puede ser un poco intensa cerca del monumento. Pero eso es parte de su encanto, ¿no? La mezcla de historia, naturaleza y vida urbana.

Un abrazo fuerte desde el camino,

Olya de las Callejuelas.

Imagina que el sol de Nashville te acaricia la piel mientras te adentras en Centennial Park. Escuchas el murmullo de las conversaciones, las risas lejanas de los niños, y quizás, si el viento es amable, un eco suave de música que se escapa de algún rincón de la ciudad. El aire huele a hierba recién cortada, a tierra húmeda después de un riego, y a veces, una pizca dulce de alguna flor cercana. Sientes la amplitud del espacio, la promesa de un respiro verde en medio del bullicio urbano.

Mientras caminas, tus pies notan el cambio de superficie, de la tierra al sendero pavimentado que te guía. De repente, una mole se alza frente a ti. Es el Partenón, y aunque no lo veas, sientes su magnitud. Extiende la mano y, si te acercas lo suficiente, podrías tocar la frescura de su piedra, sentir la textura rugosa, casi antigua. Imagina las columnas, enormes, elevándose hacia el cielo, un eco lejano de la Grecia clásica. Escuchas el eco de tus propios pasos resonando, un recordatorio de la historia que te rodea, casi palpable.

Sé que la movilidad es clave para disfrutar plenamente de un lugar así. Si necesitas una silla de ruedas o un scooter para moverte por Centennial Park, no te preocupes, es totalmente posible. No encontrarás un puesto de alquiler justo en la entrada del parque, pero la buena noticia es que Nashville cuenta con varias empresas de suministros médicos que ofrecen este servicio. Mi consejo es que siempre llames con antelación.

Para alquilar una silla de ruedas o un scooter eléctrico cerca de Centennial Park, busca empresas como "Nashville Medical Supply", "Tennessee Medical Supply" o "Vantage Medical Equipment". Están ubicadas a poca distancia en coche del parque. Lo ideal es contactarlas antes de tu visita para preguntar por la disponibilidad y los precios. Muchos ofrecen alquiler por día o por semana, y algunos incluso pueden entregártelo directamente en tu hotel o alojamiento, lo cual es súper práctico. Pregunta siempre por los costes de entrega y recogida, y si tienen opciones de sillas manuales ligeras o scooters motorizados, según lo que mejor se adapte a ti. Es la mejor manera de asegurarte de que tu experiencia sea cómoda y sin estrés.

Olya desde los callejones

¿Quieres saber qué se *hace* en Centennial Park en Nashville? No es solo un parque, es una experiencia que te abraza. Imagina que llegas y, de repente, sientes el aire cambiar, se vuelve más abierto, más fresco, con un ligero toque a hierba recién cortada. El suelo bajo tus pies es firme, una mezcla de asfalto y adoquines pulidos por miles de pasos. A medida que avanzas, un sonido lejano, como un eco monumental, empieza a crecer. No es música, no es conversación, es la resonancia de un espacio inmenso. Y entonces, tus manos casi pueden sentir la presencia de algo gigantesco, algo que se eleva, frío y macizo, incluso antes de que tus pies te acerquen a su base. Es el Partenón, y aunque no lo veas, su escala te envuelve por completo.

Una vez dentro de esa estructura colosal, el ambiente se transforma de nuevo. El aire se siente más fresco, casi como si estuvieras en una cueva, pero con una amplitud que te deja sin aliento. Tus pasos resuenan en el mármol pulido, un sonido hueco que te hace sentir pequeño, reverente. Si extiendes la mano, podrías tocar una columna, sintiendo la frialdad y la increíble lisura de la piedra. En el centro, el eco de tu propia respiración se amplifica, y si hay alguien más, susurros lejanos se convierten en un murmullo que se pierde en la altura. Es un espacio que te invita a la introspección, a sentir la historia y la majestuosidad sin necesidad de verla. Un buen momento para ir es a primera hora de la mañana; hay menos gente y el silencio te permite sentir cada vibración del lugar.

Después de la grandiosidad, el camino te lleva hacia la dulzura del agua. Escucharás el suave chapoteo de patos y gansos, el sonido de sus patas en el agua. El aire aquí es más húmedo, y a veces, una ráfaga de viento te trae el olor fresco del lago Watauga. Puedes sentir la tierra bajo tus pies volverse más blanda a medida que te acercas a la orilla, y si te sientas en uno de los bancos, el sol en tu cara te dará una calidez reconfortante mientras escuchas el murmullo constante del agua. Es el lugar perfecto para sentir la calma, para dejar que el tiempo se deslice mientras el mundo continúa a tu alrededor. Si buscas un paseo tranquilo, bordear el lago es una opción perfecta, hay caminos pavimentados y muy accesibles.

Más allá del lago, se extiende una vasta alfombra de hierba suave y fresca. Aquí es donde el parque realmente cobra vida con la gente. Oirás risas, el golpe sordo de una pelota de voleibol, el ladrido juguetón de un perro. El olor a hierba se mezcla con el aroma de la comida que sale de los *food trucks* que a menudo se estacionan cerca; puedes percibir el dulce de los churros o el salado de unas patatas fritas. Puedes sentir la vibración de la música en vivo si hay un concierto en el anfiteatro, o simplemente la suave brisa moviendo las hojas de los árboles. La gente se sienta en mantas de picnic, sus voces creando un burbujeo constante de conversación y alegría. Es el corazón social del parque, donde la energía es palpable y te invita a unirte a la diversión.

Un consejo práctico: lleva calzado cómodo porque vas a caminar, y mucha agua, sobre todo si vas en verano, el sol puede ser intenso. También, no olvides el protector solar. Si vas con niños, hay un parque infantil con superficies blandas y juegos accesibles. Y si te sientes aventurero, busca los jardines de rosas, donde el aroma dulce y embriagador te envolverá por completo, una experiencia sensorial que no te querrás perder. Centennial Park es un lugar para sentir, para respirar y para simplemente *ser*.

Olya from the backstreets.

¡Hola, trotamundos! Si alguna vez te encuentras en Nashville, hay un lugar donde el tiempo parece ralentizarse, un pulmón verde que te abraza: el Parque Centennial. No es solo un espacio abierto, es una sinfonía de sensaciones. Imagina que llegas, y lo primero que notas es la inmensidad, el vasto espacio que se abre ante ti. Sientes el sol en tu piel, cálido y envolvente, o quizás la suave brisa si es un día nublado. Escuchas un murmullo constante: risas lejanas de niños, el suave zumbido de la ciudad que nunca se detiene del todo, y el susurro del viento entre los árboles. Es un lugar donde el aire huele a hierba recién cortada y a la promesa de un día tranquilo. Caminas, y bajo tus pies, la tierra firme y el pasto suave se alternan, invitándote a explorar.

A medida que te adentras más allá de la imponente réplica del Partenón, la experiencia se vuelve aún más íntima. Cierra los ojos por un momento y concéntrate. Escucha con atención ese detalle que pocos notan: el susurro rítmico y casi melódico de las hierbas altas y secas en los bordes de los grandes campos abiertos. El viento las acaricia de una manera particular, creando un coro suave y constante, diferente al murmullo de las hojas de los árboles. Se mezcla con el leve y dulce aroma a pino que emana de algunos rincones menos transitados del parque, un olor a sol y resina que te ancla al momento. Es un sonido y un aroma vivos, una pequeña respiración del parque que no encontrarás en ninguna guía, pero que te envuelve si te detienes a sentirlo.

Para que tu visita sea aún mejor, prepárate para caminar. El parque es grande, con senderos bien definidos, perfectos para una larga caminata o incluso para correr. Si eres de los que prefieren la velocidad, a menudo hay bicicletas disponibles para alquilar cerca. Lo mejor es ir por la mañana temprano o a última hora de la tarde para evitar el calor del mediodía, especialmente en verano. Lleva calzado cómodo, una botella de agua y, si el día lo permite, una manta para recostarte en el césped y simplemente escuchar el mundo a tu alrededor.

En cuanto a la logística práctica, el Parque Centennial tiene varios estacionamientos gratuitos, aunque pueden llenarse rápidamente los fines de semana. Hay baños públicos y fuentes de agua potable distribuidas por el parque, lo cual es muy útil. Si te entra el hambre, a menudo encontrarás algunos food trucks cerca del Partenón, ofreciendo opciones rápidas. Si buscas algo más establecido, la zona de Midtown, justo al lado del parque, está llena de restaurantes y cafeterías para todos los gustos. Es un lugar ideal para combinar un poco de naturaleza y arte con la vibrante vida de la ciudad.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

Imagina esto: un sol suave te acaricia la piel, cálido pero no abrasador. Un ligero viento te trae el olor a hierba recién cortada y, si agudizas el oído, el murmullo lejano de la ciudad que se desvanece en el verde. Estás en Centennial Park, Nashville, y la calma te envuelve.

Pones un pie delante del otro. Puedes sentir la tierra bajo tus zapatos, a veces firme, a veces un poco más blanda. A medida que avanzas, ten en cuenta que los caminos no siempre son planos. Hay zonas con adoquines antiguos y tramos donde las raíces de los árboles han levantado el pavimento. Siente el cambio bajo tus pies, ajusta tu paso. Es como si el parque mismo te invitara a un baile lento y desigual. No es un peligro, es una característica, pero requiere que estés presente con cada pisada.

De repente, la brisa te trae un eco. Un sonido que rebota, diferente. Estás cerca del Partenón. Imagina la grandeza, la escala. Puedes sentir la vibración del espacio abierto a tu alrededor. Los suelos de piedra, especialmente alrededor de esta maravilla, pueden volverse resbaladizos, sobre todo después de la lluvia o con el rocío de la mañana. No es un charco obvio, sino una fina capa que engaña. Al acercarte o rodearlo, piensa en cada paso como si pisaras hielo fino: lento, deliberado, con la planta del pie bien apoyada. Tu tacto será tu mejor guía aquí.

Mientras exploras, empezarás a escuchar más voces, risas, quizás una guitarra lejana. El parque es un imán para la gente, un lienzo de vida. Puedes sentir la cercanía de otros, el calor humano. De vez en cuando, alguien se te acercará. Son amables, demasiado amables a veces. Pueden ofrecerte una 'muestra gratis' de música, una 'oportunidad única'. Si te sientes incómodo, si algo no te cuadra, confía en esa sensación en tu estómago. No tienes que detenerte ni explicarte. Un simple 'No, gracias' con firmeza y seguir tu camino es suficiente. Tu instinto es tu mejor amigo aquí.

Así que, mientras disfrutas de la amplitud del parque, de sus sonidos, de la sensación del sol, recuerda: tu cuerpo es tu mapa. Siente el terreno, presta atención a los cambios bajo tus pies y escucha esa pequeña voz interior si algo te parece raro. Centennial Park es un lugar increíble para respirar y conectar, solo necesitas un poco de conciencia y confianza en ti mismo. Disfruta cada momento, cada sensación.

Max en movimiento.

¿Eres de los que se detienen a escuchar el canto de un pájaro, a sentir el aleteo de la vida a tu alrededor? Entonces, Centennial Park en Nashville es tu sitio. Imagínate allí, sintiendo la tierra bajo tus pies, un sendero de grava suave que cruje ligeramente con cada paso. El aire fresco de la mañana, un poco húmedo, te envuelve, trayendo consigo el aroma de la hierba recién cortada y la promesa de un día que despierta. Escucha, ¿lo oyes? Es el *cardenal* con su silbido claro y distintivo, como un saludo rojo vibrante aunque no lo veas. Luego, un *arrendajo azul* rompe el silencio con su grito más áspero, casi como una risa traviesa. Puedes sentir la vibración en el aire cuando un *pico velloso* tamborilea rítmicamente en un árbol cercano, buscando su desayuno. Estos son solo algunos de los vecinos alados que comparten este oasis urbano, y te aseguro que cada sonido te conecta más con el lugar.

Para realmente sumergirte y escuchar, te doy el dato clave. El mejor momento es, sin duda, al amanecer. Justo cuando el sol empieza a calentar el aire, antes de que el parque se llene de corredores y turistas. Es el "coro del amanecer", una sinfonía que no te querrás perder. Para encontrar tu lugar tranquilo, dirígete hacia la zona arbolada que rodea el lago Watauga. Hay senderos menos transitados que se desvían de los caminos principales. Busca un banco apartado o simplemente un árbol robusto donde puedas apoyarte. Quédate quieto por unos minutos. Siente la corteza, el musgo si lo hay. Verás (o mejor dicho, escucharás y sentirás) cómo la vida salvaje se vuelve más audaz. Además de los que ya te mencioné, es muy probable que escuches el parloteo de los *carboneros*, el trino alegre de los *petirrojos americanos* y, cerca del agua, el chapoteo de los *patos ánade real* o el graznido de los *gansos de Canadá*. Lleva unos auriculares de buena calidad si quieres amplificar los sonidos, pero a veces, el silencio y la escucha atenta son la mejor herramienta.

Olya from the backstreets