¡Hola, exploradores de almas viajeras! Hoy vamos a sumergirnos en el corazón de Venecia, en ese lugar que respira historia y misterio: el Palacio Ducal. No te lo voy a contar como un guía, sino como alguien que lo ha sentido con cada poro de su piel.
Imagina que tus pies pisan la Piazzetta San Marco. Sientes la amplitud, el viento salado del Adriático en tu cara, el murmullo constante de las gaviotas. Te acercas a la fachada gótica del Palacio Ducal, una obra de arte por sí misma. Al cruzar el umbral hacia el patio interior, la sensación cambia. Tus pasos, antes sobre adoquines irregulares, ahora resbalan suavemente sobre un suelo de mármol pulido y fresco. Es un espacio abierto, inmenso, donde el eco de cada palabra se pierde hacia el cielo. Percibes la simetría, la grandiosidad que te envuelve, guiándote de forma natural hacia la imponente Scala dei Giganti.
Ahora, tus manos se posan sobre la barandilla de piedra, lisa y fría, mientras tus pies comienzan el ascenso por la majestuosa Scala dei Giganti. Cada escalón es ancho, imponente, diseñado para el desfile de dignatarios. Sientes el esfuerzo al subir, pero también la anticipación. Una vez arriba, el camino te lleva a la suntuosa Scala d'Oro. Aquí, el aire se vuelve más denso, cargado de historia. Las paredes son lisas, decoradas con pan de oro que, aunque no puedas verlo, imaginas su opulencia. Es un pasillo ascendente y envolvente, un túnel de lujo que te conduce a las estancias más importantes del Palacio. El sonido de tus propios pasos resuena de forma diferente aquí, más contenida, más reverente.
Al final de la Scala d'Oro, te encuentras en las amplias salas del Palacio. El suelo bajo tus pies puede ser de madera, con un crujido ocasional, o de terracota, aportando una calidez terrenal. Los pasillos aquí son extensos, las salas enormes, y la forma en que te mueves es lineal, de una estancia a otra, guiado por la arquitectura misma. El aire es más cálido, quizás con un ligero olor a antigüedad y a madera vieja. Sientes la magnitud de cada espacio, la inmensidad de las paredes que te rodean, donde los sonidos se amortiguan, creando una atmósfera de solemnidad. La ruta está marcada, casi obligatoria, para que no te pierdas un solo detalle de su historia.
Pero la experiencia no termina en la opulencia. El camino te lleva, casi de improviso, a un cambio drástico. De las salas luminosas, te adentras en pasillos más estrechos y oscuros. El aire se vuelve más frío, más húmedo, y el suelo bajo tus pies puede volverse más áspero, de piedra sin pulir, o incluso de madera deteriorada. Sientes la compresión del espacio, las paredes acercándose a ti. Luego, la experiencia cumbre: el Puente de los Suspiros. Es un pasillo muy angosto, totalmente cerrado, donde el sonido de tus propios pasos y el de otros visitantes se amplifica, creando un eco peculiar. El ambiente es sombrío, y aunque no puedas ver las pequeñas aberturas, sientes la limitación del espacio, la historia de quienes lo cruzaron por última vez hacia las prisiones.
Un consejo práctico: la ruta dentro del Palacio Ducal es en su mayoría un circuito unidireccional. Esto significa que una vez que empiezas, te guiarán a través de las diferentes secciones sin posibilidad de retroceder fácilmente. Compra tus entradas online con antelación para evitar las colas, especialmente en temporada alta. Calcula al menos 2-3 horas para recorrerlo con calma y absorber todo. Te sugiero ir a primera hora de la mañana o al final de la tarde para menos aglomeraciones, así podrás sentir mejor la atmósfera sin tanto bullicio.
Olya from the backstreets