¡Hola, aventurero! Si hay un lugar en el norte tropical de Queensland que te abraza con todos los sentidos, ese es el RainForeStation Nature Park. No es solo un parque, es una inmersión. Si estuvieras aquí conmigo, te guiaría así, paso a paso, para que cada fibra de tu ser lo experimente.
Para empezar, olvídate de las prisas. Respira hondo. El aire aquí es diferente, más denso, cargado con el dulce aroma de la tierra húmeda y la vida vegetal exuberante. Nuestra primera parada, sin dudarlo, sería el Army Duck Rainforest Tour. Imagina esto: subimos a un vehículo anfibio, de esos que usaban en la guerra, pero ahora transformados para la paz de la selva. Sientes el traqueteo suave bajo tus pies mientras avanzamos por un camino de tierra. El sonido del motor es constante, un ronroneo que se mezcla con el canto de los pájaros que no ves, pero escuchas claramente, y el murmullo casi imperceptible de algún arroyo cercano. De repente, el motor cambia de tono, y sientes un chapoteo enorme. ¡Estamos en el agua! El Army Duck se convierte en barco, deslizándose por un lago sereno rodeado de árboles gigantes. El aire se vuelve más fresco, y si estiras la mano, podrías casi tocar el musgo que cuelga de las ramas. El guía te hablará de la flora y fauna, pero lo que realmente te llega es la sensación: la humedad en tu piel, el olor a agua dulce y hojas mojadas, y la paz que te envuelve. Es la mejor manera de que tus sentidos se abran y se preparen para lo que viene. Te sugiero hacerlo a primera hora, cuando la selva está más despierta y el ambiente es más fresco.
Después de esa inmersión anfibia, es hora de que el corazón de la tierra te hable. Nos dirigiremos al Pamagirri Aboriginal Experience. Aquí, no solo verás, sino que sentirás la vibración de una cultura milenaria. Entramos al anfiteatro, y lo primero que te golpea no es una imagen, sino un sonido: el didgeridoo. Es un sonido profundo, resonante, que sientes vibrar en tu pecho, casi como si la tierra misma estuviera respirando. Los bailarines, con sus pies descalzos, golpean el suelo con un ritmo que te invita a moverte. Podrás oler el humo suave y terroso de un pequeño fuego ceremonial. Luego, la experiencia se vuelve táctil: te invitan a lanzar un bumerán o una lanza. Sostener la madera pulida en tus manos, sentir su peso, entender el equilibrio... es conectar con algo ancestral. No te preocupes si no eres un experto; la sensación de intentarlo, de sentir la textura de la madera y el aire cuando la lanzas, es lo que importa. Es una lección de historia y tradición que se vive con el cuerpo, no solo con la mente.
Una vez que te hayas empapado de la cultura, es el momento de acercarte a la fauna australiana. El Koala & Wildlife Park es un lugar de encuentros cercanos. Aquí, el aire tiene un aroma diferente, una mezcla sutil de eucalipto y el olor único de los animales. Imagina esto: extiendes tu mano y sientes la suavidad inesperada del pelaje de un koala, o la textura más áspera de un canguro que se acerca con curiosidad. Escuchas el suave crujido de las hojas cuando un ualabí se mueve entre la vegetación. No te limites a ver; acércate. Los canguros y los ualabíes son increíblemente amigables y puedes alimentarlos con la comida que te proporcionan, sintiendo sus hocicos suaves y sus lenguas al tomar la comida de tu mano. Presta atención al casuario, ese pájaro prehistórico; su andar es majestuoso y su presencia imponente, aunque no lo toques, su energía se siente. Y sí, si te animas, hay oportunidades para sostener un koala y sentir su peso sorprendentemente ligero y su pelaje lanudo. Es una conexión única.
Para el almuerzo, el Bungarra Restaurant es práctico y te ofrece un respiro. No es el punto culminante del viaje, pero es un buen lugar para sentarse, reponer energías y comentar todo lo que has experimentado. Tienen opciones variadas, así que no te preocupes por el menú. Después, antes de irnos, te sugiero que regreses un momento al área de los koalas o los canguros. A veces, en la tranquilidad de los últimos momentos, cuando la gente se dispersa, se produce una conexión más íntima. Guarda ese momento final, quizás acariciando la suave espalda de un ualabí o simplemente escuchando los sonidos del parque mientras te despides. Lo que te llevas de este lugar no son solo fotos, sino las sensaciones, los olores, los sonidos y el tacto de una tierra vibrante.
Elena del camino